ya. En desordenados y apopléjicos cuadros. En una madreselva de opciones oscuras e impenetrables. En rápida emboscada de la sonrisa y muy por encima de la vasta lateralidad de lo cordial. Transeúnte de planos diversos y amplios. En la llamarada de la búsqueda entrar o salir es un icono. Desemboza el largo y pertinaz deseo que te lleva de una puerta a otra. Todas abiertas todas cerradas. No es lo mismo ¿no es lo mismo?
Criatura endeble o firme, áspera o untuosa como la miel, fulgurante u oscura, húmeda, flexible como la fibra, que trasuntas olores y explosiones de ansiedad. Tu piel se dobla, se expande, se tensa, y muerdo de a poco tus entradas.
Es oscuridad. Es noche, y los caminos giran en su irresolución, pero no es tan importante como lo que me impulsa. Salta cruces, salta charcos, salta piedras, salta basuras. Harto o ahíto, emboscado en la esperanza del lente en la jirafa que mi hijo pregunta, en el inglés deslucido del open door. El lastre tras los pasos del ocaso ya cerrado. La llovizna cae sobre las eras plásticas y una muñeca sueña su temperatura de clímax. Sé que allí, detrás, ovillada y latente ardes, ardes, ardes.
Miro los marcos que se desplazan hacia la nada vaga y ubicua, hasta enardecer la carencia y la sentencia. Qué muerte nos doblega! qué pasado se muerde la cola y desabrocha tus pantalones para exponer el culo ante el espejo que refracta la sombra de tu sombra. Te intuyo. No puedo más que intuirte hasta hacerte fértil y deslizarte mis dedos por cada poro de tu cuerpo, por cada orificio de tu humanidad desmayada en las vueltas del ovillo. Como una mariposa ciega estrellada en la lámpara, en ese foquito agitado por la música y el vientito de la cumbia en el galpón. Golpeaste y caíste, y ante mis ojos, revoloteas y revoloteas hipnóticamente hasta cambiarme de plano.
Estás viva. Estás viva? o del papel pasaste a otra experiencia, volaste recorriste caminaste con el andar sinuoso del felino los caminos de las puertas abiertas, de los oídos planos de las bocas podridas, de las esquirlas dactilares.
Te muerdo el recuerdo o la invención. Desayuno para dos, en el palacio de las ventanas cerradas, untada de melaza, brillante y lúbrica. Hundo un dedo en el centro de tu cuerpo y flagelo esos labios con los míos.
No hablamos, salimos a la calle ya noche.
Las luces no nos acompañan solo quieren engañarnos
los sótanos desprenden humedad, las puertas están cerradas.
Menos la tuya.
Criatura endeble o firme, áspera o untuosa como la miel, fulgurante u oscura, húmeda, flexible como la fibra, que trasuntas olores y explosiones de ansiedad. Tu piel se dobla, se expande, se tensa, y muerdo de a poco tus entradas.
Es oscuridad. Es noche, y los caminos giran en su irresolución, pero no es tan importante como lo que me impulsa. Salta cruces, salta charcos, salta piedras, salta basuras. Harto o ahíto, emboscado en la esperanza del lente en la jirafa que mi hijo pregunta, en el inglés deslucido del open door. El lastre tras los pasos del ocaso ya cerrado. La llovizna cae sobre las eras plásticas y una muñeca sueña su temperatura de clímax. Sé que allí, detrás, ovillada y latente ardes, ardes, ardes.
Miro los marcos que se desplazan hacia la nada vaga y ubicua, hasta enardecer la carencia y la sentencia. Qué muerte nos doblega! qué pasado se muerde la cola y desabrocha tus pantalones para exponer el culo ante el espejo que refracta la sombra de tu sombra. Te intuyo. No puedo más que intuirte hasta hacerte fértil y deslizarte mis dedos por cada poro de tu cuerpo, por cada orificio de tu humanidad desmayada en las vueltas del ovillo. Como una mariposa ciega estrellada en la lámpara, en ese foquito agitado por la música y el vientito de la cumbia en el galpón. Golpeaste y caíste, y ante mis ojos, revoloteas y revoloteas hipnóticamente hasta cambiarme de plano.
Estás viva. Estás viva? o del papel pasaste a otra experiencia, volaste recorriste caminaste con el andar sinuoso del felino los caminos de las puertas abiertas, de los oídos planos de las bocas podridas, de las esquirlas dactilares.
Te muerdo el recuerdo o la invención. Desayuno para dos, en el palacio de las ventanas cerradas, untada de melaza, brillante y lúbrica. Hundo un dedo en el centro de tu cuerpo y flagelo esos labios con los míos.
No hablamos, salimos a la calle ya noche.
Las luces no nos acompañan solo quieren engañarnos
los sótanos desprenden humedad, las puertas están cerradas.
Menos la tuya.
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