Toda la paciencia del mundo para desbordar la intemperie. Más bruto el cielo, más áspero en la espera, más espermático, más flema en la euforia. Así demuelen los sentidos a esta vista acunada en la nada. Catástrofes de montañas, liviandad del silencio que se duerme en el paisaje. Dolor de oídos, dolor de muerte, de vida, de belleza. Los sonidos ahuecan la espera inútil. Goce del mirar sin obsesión. Toda la paciencia del mundo para armar al desaire, al borbotoneo de la ansiedad, y allí el son se calma y las trazas de algodón viajan como perdidos. Como ciegos perros locos deambulantes en la noche. Encabritado corazón en rápido despliegue hacia la quietud olvidada. Como manchas anchas de lechal ensoñación. Deriva viva, un sol desmayado en sangre, un sol que ya no está sino en la antelación. Una devuelta estela de humo sobre el agua que se pierde entre las piedras oscuras de la tarde. Y los gritos ya no. Y los esfuerzos ya no, y no ya el descalzo deslizarse de las modas. Hasta desbordar la intemperie, hasta ahogar la paciencia, hasta salivar el diamante; el negro carbón, la doncella deslumbrante de la primera estrella.
Grafía del avión que ya no está. Icono antes de la noche. Blanca espuma, blanco deseo, blanco sueño. Como capas como cebollas, como los mil filmes en claro lunar. A la espera del astro, de la monstruosa runa amarilla que amenaza que atrae los designios. Los conjuros levantan su esplendor difuso, la magia elonga en la noche que ya cae, como cae la piedra, como cae la peste, como cae el agua de la lluvia golpeada por el viento entre las abras.
Increíble lapso. Increíble despertar al ocaso. Increíble.
Habrá que girar mi amor, volver la espalda, descender la emoción, resguardar la humedad, esa película suave que llevo debajo de la nariz como una pelusa ilusa.
Grafía del avión que ya no está. Icono antes de la noche. Blanca espuma, blanco deseo, blanco sueño. Como capas como cebollas, como los mil filmes en claro lunar. A la espera del astro, de la monstruosa runa amarilla que amenaza que atrae los designios. Los conjuros levantan su esplendor difuso, la magia elonga en la noche que ya cae, como cae la piedra, como cae la peste, como cae el agua de la lluvia golpeada por el viento entre las abras.
Increíble lapso. Increíble despertar al ocaso. Increíble.
Habrá que girar mi amor, volver la espalda, descender la emoción, resguardar la humedad, esa película suave que llevo debajo de la nariz como una pelusa ilusa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario