No sé quién te lo ha dicho ni quién te lo dirá. Pero la noche no se cierra porque sí, la noche no se dibuja por la mera tentación de la oscuridad. Lo hace en el olvido de las preocupaciones de la muerte del día. En el seno del ocaso que se desgrana como una barra de chocolate entre los labios alquímicos de la sensualidad, y en el manto de sedosas insinuaciones es el vacío que la tienta. Y es un paño en el que juegan otros seres y otros mundos paralelos, el polvo de otras experiencias. Como el cristal que descompone la luz en ella se recomponen todos los sentidos adversos.
En la humedad de las callejas vida y muerte es lo mismo, lanza la moneda al aire y atrévete a doblegar la suerte que te toque, la cara más deseada o el lado más temido que de tan temido no deja de ser otro deseo, oscuro, pegajoso.
No sé tampoco qué te han dicho, ni si me nombraron ciudadano ilustre y me dieron la llave de los misterios. Créeme lo que te digo. Vago como una neblina nocturna, o perfecto como la matriz de una telaraña mis largos dedos te alcanzarán en la fragua de la ensoñación. Soñarás que despiertas en medio de la noche lunar habiendo soñado que besabas a esa mujer que te susurraba respiros con acento español y te lavarás la cara frente al espejo del baño donde un viento sutil penetra por el ventilete, y cuando vuelvas a dormirte otro sueño te traerá hasta mí desnuda de dobleces e impregnada del aroma a jabón en la piel y tus ojos ahora celestes mirarán este abismo de placer e intemperie. Te resistirás apenas porque creyendo que solo de un sueño se trata recordarás las antiguas recomendaciones de no resistir al azar del destino. Imaginarás que gritar no basta porque siempre en las pesadillas los gritos no acuden a nosotros pero a su vez te preguntarás por qué no deseas gritar.
Te lo dije, las cajas chinas son el mundo y el mundo soy yo cuando quiero, y eres tú en un libro de antaño o en una balada de los años 70, o en la letra sin relieve de una página en internet, o en esa música que se desvanece junto con la embriaguez del momento, o en la imagen que tejes sobre el vidrio empañado del espejo del baño donde dejaste la ventana abierta y tus ojos celestes como la mujer del sueño te interrogan y te dicen si no estabas en otro lugar ahora, con otras personas en otro mundo en una fiesta en el viejo balcón del departamento que habitaste hace años cuando tu soledad te enemistaba con la oscuridad y las cosas dolían pero eran claras y precisas y tangibles. Y era ese dolor, ese desgarramiento justamente lo que le daba sentido al día, y a la noche, que aún no era este manto, esta tela donde los signos juegan un juego del cual perdiste las reglas, y la noche era eso, una frase trillada: un manto de terciopelo tachonado de estrellas, madre de todas las desdichas pero padre de todos los placeres. Pero ahora estoy yo, y alguien te dijo, y alguien también olvidó las claves, o te las ocultó, y prefieres no creerme que estoy en ti, que soy permeable a la vigilia, que las historias se repiten sin ser las mismas y que tal vez, solo tal vez, aún no has despertado.
Y quizá ya no lo hagas.
lamentablemente dejaste la ventana del baño abierta, aunque no hubiese hecho falta ese gesto para llamarme.
En la humedad de las callejas vida y muerte es lo mismo, lanza la moneda al aire y atrévete a doblegar la suerte que te toque, la cara más deseada o el lado más temido que de tan temido no deja de ser otro deseo, oscuro, pegajoso.
No sé tampoco qué te han dicho, ni si me nombraron ciudadano ilustre y me dieron la llave de los misterios. Créeme lo que te digo. Vago como una neblina nocturna, o perfecto como la matriz de una telaraña mis largos dedos te alcanzarán en la fragua de la ensoñación. Soñarás que despiertas en medio de la noche lunar habiendo soñado que besabas a esa mujer que te susurraba respiros con acento español y te lavarás la cara frente al espejo del baño donde un viento sutil penetra por el ventilete, y cuando vuelvas a dormirte otro sueño te traerá hasta mí desnuda de dobleces e impregnada del aroma a jabón en la piel y tus ojos ahora celestes mirarán este abismo de placer e intemperie. Te resistirás apenas porque creyendo que solo de un sueño se trata recordarás las antiguas recomendaciones de no resistir al azar del destino. Imaginarás que gritar no basta porque siempre en las pesadillas los gritos no acuden a nosotros pero a su vez te preguntarás por qué no deseas gritar.
Te lo dije, las cajas chinas son el mundo y el mundo soy yo cuando quiero, y eres tú en un libro de antaño o en una balada de los años 70, o en la letra sin relieve de una página en internet, o en esa música que se desvanece junto con la embriaguez del momento, o en la imagen que tejes sobre el vidrio empañado del espejo del baño donde dejaste la ventana abierta y tus ojos celestes como la mujer del sueño te interrogan y te dicen si no estabas en otro lugar ahora, con otras personas en otro mundo en una fiesta en el viejo balcón del departamento que habitaste hace años cuando tu soledad te enemistaba con la oscuridad y las cosas dolían pero eran claras y precisas y tangibles. Y era ese dolor, ese desgarramiento justamente lo que le daba sentido al día, y a la noche, que aún no era este manto, esta tela donde los signos juegan un juego del cual perdiste las reglas, y la noche era eso, una frase trillada: un manto de terciopelo tachonado de estrellas, madre de todas las desdichas pero padre de todos los placeres. Pero ahora estoy yo, y alguien te dijo, y alguien también olvidó las claves, o te las ocultó, y prefieres no creerme que estoy en ti, que soy permeable a la vigilia, que las historias se repiten sin ser las mismas y que tal vez, solo tal vez, aún no has despertado.
Y quizá ya no lo hagas.
lamentablemente dejaste la ventana del baño abierta, aunque no hubiese hecho falta ese gesto para llamarme.
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