28.8.06

La Imagen no es Nada

De par en par parto la tiniebla de este estío como si fueran hojas de hojalata cuyo destellar se traduce en un código de luces donde el mensaje precede al hastío.
Hastío quizá de envolverte en esas sedas virtuales de tenues pasteles que sugieren una delicada perfección de las formas. A trazos tras la cámara que el ojo arrebata y remata en un punto oscuro de la nada. Mientras el olvido ya no es cosa del pasado ni del presente. Qué digo! la herrumbre de las cosas descubiertas del film niegan su maquillada muerte precisa. Donde el dolor es vano, y la ansiedad ya se ha quebrado por la angustia de estar siempre unos milímetros más allá de mis sentidos atrapados en un estallido de chispas. El fuego frío de la oferta confraterniza con las mariposas de lo efímero. Allí reducido a la fugacidad, a la tenacidad del pulido eterno, medio muerto de hambre la infinita estructura del deseo se muerde la cola. Y en esa nueva ola tan vieja como el mundo pero maquillada de célebres diseños se retuerce el conglomerado de aspiraciones lineales. Tan cerca del fin y tan cerca del principio, marquillas como naves oscuras que zarpan en medio de la tormenta buscando un puerto inexistente, una espuma como burbujas picantes que en arco iris se inflaman para callar luego, cuando todo está perdido, en ese regocijo de saberse un eco imperdurable, una esperma de la especie preciada aún sin mácula o sin el consabido rótulo. Ser único o única en la parodia de la reproducción serial y cíclica, con un dejo de fragancia satinada.
Los muelles de mi locura han sido hundidos en la espesura de la imagen, y sin saberlo la intuición ha cargado el arma para que el diablo la dispare inútilmente. No podremos esta noche beber el agua de la vida eterna porque la vida nos llama a otro rincón, un pesebre y un arca de aquellos que no subieron la primera vez. Sin embargo preferimos la sangre a la alhaja rubicunda de las entrañas que bochornosamente nos gruñe la especie y como un fetiche vestido de sombras y luz esclarecidas por la luna que abre el bosque en medio del incendio del ocaso el recorte de una silueta nos asusta.
Qué deberemos sorber, qué deberemos tragar para que esta batalla decline su furia edulcorada y ahíta de amores triturados. Como cachorros ciegos nos abalanzamos contra los cristales de las pantallas, nos difuminamos en los spots opacos de los castings y como donantes de cabezas esmeriladas arrebatamos nuestros sueños para darle lugar al sueño de los estúpidos que bellamente nos blasfeman en nuestro rostro, en el rostro de nuestros hijos que bajo las miles de sierpes se doblegan a la velocidad. La tan rampante velocidad. Interpretaciones. Una bolsa de sentidos el viento nos quema como miles de afiladas hojas de acero que surcan el punto oscuro para fraccionarnos mejor, para ofrecernos con nuestras endebles convicciones de que afuera se está, adentro se es.
Y alegremente nos traicionamos.

No hay comentarios.: