29.9.06

No Decir Esta Boca Es Mía

Entonces la boca.
Ajada en su descarnada negligencia de severidad y enturbiada por el color de los cosméticos que no ocultan la armada estrategia de atracción, quizá sonríe, pero no lo sabremos ni aún saboreando la película húmeda de su efectividad. Habrá señuelos más eficaces pero perecederos, y habrá olvidos inmediatos que nos hagan volver a caer al seno sinuoso de la trampa. Porque entre trampas y tramas vive el hombre.
Porque desde el brillo y desde la curvatura se llega a la locura.
Entonces la boca
Besa otra boca como en un juego de espejos y dos lenguas se hablan un código de salivas y arrebatos eléctricos domesticados en la morosa ternura. Un códice de jugos y fervores que aletargan el sentido y abren la marcha hacia el horizonte de la demencia. La demandada demencia.
En esos labios se yerguen los míos ahondando y traduciendo el habla brujeríl de placer de sensualidad táctil y visual. Y en esos recortes del cuerpo quiero ahogarme, en esa invitación dibujada en la primer palabra o en el primer mohín, en la sangre que fluía por los canales ocultos y acelerados de nuestro original roce cuando de puta te pintaste cuando de puta me ensordeciste como una sirena que me ata al palo mayor de mi propio sexo sin necesidad de emitir ningún canto a menos que llamemos canción a los gemidos entrecortados que se abren cuando esas frutas gelatinosas se despegan un segundo para que el aire fluya y me golpee en el vientre.
Entonces las bocas.
Esas bocas locas como abismos que me interrogan ingenuas ¿Qué espero? Qué espero para suicidar la razón y dejar que me arrebaten estereofónicamente.

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